miércoles, diciembre 14, 2005

A partir de la visión forastera (por una cuestión de edad), con que la percibe Diego, responsable de dudodetodo.blogspot.com, alcanzo a entrever algo, tal vez significativo, sobre cómo funcionó la operación OL en la literatura argentina, o, más exactamente, en el campo literario. La cuestión sería, más o menos así: para abrir paso a lo que a partir de él apareció como "lo nuevo" (es decir, el ochentismo y/o la transgresión erótico-verbal instaurada como pauta suprema de valor literario), Osvaldo L extremó las posibilidades de un instrumento que ya estaba en funcionamiento, que era muy propio de los usos y costumbres del campo intelectual en los 60 y 70: el patoteo. El patoteo dialéctico, digamos, o discursivo, que Diego identifica con el peronismo pero que estaba lejos de ser practicado sólo por peronistas, y que tiene antecedentes ya en Borges. Dios me libre, al decir "patoteo", de estar esbozando algún tipo de descalificación, como de intentar una reivindicación: hablo de algo que formaba parte de los saberes y los procedimientos disponibles, un recurso, una posición, una postura corporal llevada al territorio de los discursos, como hoy podrían serlo el gesto displiscente o el ademán de "digo lo que me da la gana".
Si se me pidieran ejemplos dudaría mucho, porque lo que tengo en mente es más bien el recuerdo de una atmósfera discursiva, pero probablemente haya que rastrear en algunas de las cosas que en aquellos años escribieron o dijeron Piglia o Briante o Castillo o Alberto Ure, y, muchísimo más, lo escrito y/o dicho por una infinidad de figuras de segunda o tercera línea hoy olvidadas (siempre, y esta es una regla sin excepciones, los rasgos más típicos de una época o de una corriente o tendencia aparecen en las figuras secundarias).
El ejemplo más elocuente que se me ocurre, y todavía en ejercicio, aunque en un nivel más burdo, es Asís, que de algún modo sí puede ser caracterizado como peronista (que el menemiso sea o no peronismo es una discusión teológica que excede mis posibilidades). Otro ejemplo actualmente en ejercicio de las posibilidades del patoteo, si bien en un nivel mucho más elaborado y con una inocultable filiación antiperonista, es Viñas: suele ser una fiesta asistir a su práctica –siempre que no lo afecte a uno, o a los autores que uno estima–, por la batería de procedimientos de que dispone y la gracia y el talento con que sabe usarlos.
En realidad, no eran precisamente los intelectuales peronistas los que más patoteaban en los 60 y 70 –ni Giannuzzi ni Leónidas Lamborghini, que puede ser terminante pero no patotero–, pero es cierto que Osvaldo L le agrega al patoteo intelectual cierta corporalidad crasa y “anticivilizatoria”, cargada de violencia sexual, que sobre todo parece venir de los chochamus de la UOM (y que una parte del peronismo de izquierda también asumió discursivamente en aquellos años, más que nada en los cánticos de las marchas, entre otras cosas para diferenciarse de la pacata izquierda marxista).
En los que siguen la estela abierta por O.L. (o por Literal) el gesto patotero desaparece porque el camino ya está abierto. Quedan en su lugar algo así como una insolencia de chico caprichoso o de aspirante a dandy y un ejercicio de la agudeza intelectual y el ingenio (que también vienen bastante de Borges), por ejemplo en Aira. O aparece encauzado a través de un savoir faire derridiano-barthesiano, es el caso de los editoriales de XUL. Y está además Fogwill, que en los 80 inventó a partir del patoteo sesenta-setentista otra cosa, que muchos quisieron y no pudieron imitar y que él supo ejercer –a veces vuelve a hacerlo– con una exquisitez de orfebre, por lo general irrefutable y a menudo iluminadora (ver, si pudieran conseguirse, sus notas en Vigencia, en El Porteño y en la Primera Plana de Jorge Antonio, o sus intervenciones en polémicas), tal vez asistido por los átomos de witt inglés que lleva en los genes o por su aprendizaje en el espacio laboral de la publicidad y el marketing, aunque algo también tendrá que ver el hastío que la incompetencia y la chapucería parecen producirle.

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