lunes, abril 10, 2006

A partir de unas reflexiones sobre el “proyecto César Aira”.
1. Existiría un tipo de lector –muy minoritario pero con efectiva presencia en la literatura, si “literatura” es aquello a lo que el campo literario asigna ese rótulo– que, en vez de textos, se interesa en leer proyectos literarios. Así como hay quienes beben vino porque les place o lo necesitan y quienes beben vino para ejercer su destreza de catadores de aromas, consistencias y procedencias de las cepas, hay quienes al leer se interesan menos en la experiencia de lectura que en lo que pueden decir de ella.
2. Ese minoritario sector del público lector constituye también un mercado, y ese mercado tiene quienes producen la mercadería que pretende consumir (proyectos literarios, algo de lo que hablar). Quienes escriben para satisfacer esa demanda escriben también para un mercado, tanto o casi como escriben para un mercado Isabel Allende, Paulo Coelho o Dan Brown, aunque, como es un mercado más chico y selecto, nadie note en las producciones de este tipo lo que tienen de mercantil. No es raro que en medio de lo que se produce con ese fin (no tanto ganancias económicas como ganancias simbólicas, que sin embargo también producen alguna ganancia económica) irrumpa por momentos el esplendor o la consistencia de lo que uno llama “escritura” o –anacrónicamente– “arte literario”. Siempre es posible, como también es posible que eso les ocurra a los que producen best sellers premoldeados. La poesía sopla donde quiere, decía no me acuerdo quién.